viernes, 5 de abril de 2013

Carta de suicidio de Kurt Cobain

Para Boddah:

Hablando como el estúpido con gran experiencia que preferiria ser un charlatán infantil castrado. Esta nota debería de ser muy fácil de entender. Todo lo que me enseñaron en los cursos de punk-rock que he ido siguiendo a lo largo de estos años, desde mi primer contacto con la, digamos, ética de la independencia y la vinculación con mi entorno ha resultado cierto. Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando ni creando música, ni tampoco escribiendola, ni siquiera haciendo Rock'n'Roll. Me siento increiblemente culpable. Por ejemplo, cuando se apagan las luces antes del concierto y se oyen los gritos del publico, a mi no me afectan tal como afectaban a Freddy Mercury, a quien parecía encantarle que el público le amase y adorase. Lo cual admiro y envidio muchisimo. De echo no os puedo engañar, a ninguno de vosotros. Simplemente no seria justo ni para vosotros ni para mí. Simular que me lo estoy pasando el 100% bien sería el peor crimen que me pudiese imaginar. A veces tengo la sensación de que tendría que fichar antes de subir al escenario. Lo he intentado todo para que eso no ocurriese. (Y sigo intentándolo, créme Señor, pero no es suficiente). Soy consciente de que yo, nosotros, hemos gustado a mucha gente. Debo ser uno de aquellos narcistas que sólo aprecian las cosas cuando ya han ocurrido. Soy demasiado sencillo. Necesito estar un poco anestesiado para recuperar el entusiasmo que tenía cuando era un niño. En estas tres últimas giras he apreciado mucho más a toda la gente que he conocido personalmente que son fans nuestros, pero a pesar de ello no puedo superar la fustración, la culpa y la hipersensibilidad hacia la gente. Sólo hay bien en mí, y pienso que simplemente amo demasiado a la gente. Tanto, que eso me hace sentir jodidamente triste. El típico piscis triste, sensible, insatisfecho, ¡Dios mio! ¿Por qué no puedo disfrutar? ¡No lo sé! Tengo una mujer divina, llena de ambición y comprensión, y una hija que me recuerda mucho a como había sido yo. Llena de amor y alegría, confía en todo el mundo porque para ella todo el mundo es bueno y cree que no le harán daño. Eso me asusta tanto que casi me inmoviliza. No puedo soportar la idea de que Frances se convierta en una rockera siniestra, miserable y autodestructiva como en lo que me he convertido yo. Lo tengo todo, todo. Y lo aprecio, pero desde los siete años odio a la gente en general... Sólo porque a la gente le resulta fácil relacionarse y ser comprensiva. ¡Comprensiva! Sólo porque amo y me compadezco demasiado de la gente.
Gracias a todos desde lo más profundo de mi estómago nauseabundo por vuestras cartas y vuestro interés durante los últimos años. Soy una criatura voluble y lunática. Se me ha acabado la pasión. Y recordad que es mejor quemarse que apagarse lentamente.

Paz, amor y comprensión.

Kurt Cobain

Frances y Courtney, estaré en vuestro altar.

Por favor Courtney, sigue adelante, por Frances, por su vida que será mucho más feliz sin mí. Los quiero. ¡Los quiero!

lunes, 1 de abril de 2013

Detalles inolvidables

Mi ex amigo Tomás solía cortar rosas blancas del jardín de la vecina y colocarlas en agua con anilina cuando menos un par de días. El ejercicio aprendido en la clase de ciencias naturales le ayudó a cautivar a cada una de sus impresionables novias, que inmediatamente caían rendidas ante el poder de una rosa azul. Alguna vez intenté lograr el mismo efecto que Tomás pero a diferencia de él, pasé a la posteridad como el idiota que regalaba flores marchitas de color sepia.

Aferrado al ridículo deseo de querer ser recordado por un detalle inolvidable, cuando cursaba el tercero de secundaría me dediqué a invertir la mayoría de mis ahorros en Garfields de peluche que solía entregar a mis ingenuas noviecitas. El gato obeso y huevón era el muñeco de moda y por eso creía en su capacidad seductora pero como si de una maldición se tratara, en cada ocasión que regalé uno de esos minínos anaranjados, las chiquillas terminaron cambiándome por algún pelagatos que sabía bailar salsa "con vueltecitas" o que se peinaba como Vanilla Ice.

Fue en la preparatoria cuando conocí al Kamala, un sujeto horrible cuyo don consistía en gozar de las atenciones de muchachas de prominente trasero, cintura breve y pecho generoso. El Kamala solía escribirles sesudos acrósticos que colocaba anónimamente en sus mochilas siempre acompañados de un chocolatote Kiss de Hersheys de medio kilo de peso. El día que a mí se me ocurrió imitar esa estrategia sólo logré que mi novia fuera poseída por un demonio que provocó que me mandara directito a la chingada: “¿quieres que me trague todo ese chocolate para ponerme así de gorda y para que la cara se me ponga como un cacahuate garapiñado?

Tras este lamentable suceso vino una etapa de sequía amorosa que inundó mi vida y de lejitos, como hacemos los perdedores, me conformé con ver la forma en que sujetos más idiotas que yo llenaban de detallazos a sus chicas. De esa forma supe que Memo regalaba unos muñecos cachetones llamados Cabbage Patch con los que el muy tonto se fingía un padre responsable y esposo comprometido; el Flaco tejía unas pulseras donde podía leerse el nombre de la amada en turno; Omar solía darles unas tarjetas de papel reciclado que mandaba hacer sobre pedido y cuyo efecto era contundente; Raúl les compraba un anillito con carita feliz, Mariano les daba unos monos feos llamados Burundies y Pablito les regalaba un condón que simulaba paletita de caramelo.

Sin embargo hay de detalles a detalles. En la universidad conocí a un tipo muy peculiar cuya imbecilidad no tuvo límites: todas sus novias, incluida su hoy ex esposa, fueron acreedoras a un disco de Ricardo Arjona. Si esto le genera risa es mejor que guarde la mesura porque el sujeto tuvo mucho éxito con este ofensivo obsequio. Me queda claro que ninguna de aquellas chicas desea escuchar el nombre del sujeto al que hago referencia pero también tengo la certeza que todas, en su momento, se sintieron halagadas con semejante mamadencia.

Escribo lo anterior mientras contemplo un poemario llamado El monstruo de arriba de la cama y caigo en la cuenta que ese libro ha marcado mis últimas relaciones sexosas para gratitud de quien lo escribió pues tal vez soy el único incauto que ha comprado más de un ejemplar de golpe y porrazo. Me queda claro que existen ideas que te pertenecen pero que para nacer tienen que canalizarse en mentes más ágiles que la propia y El monstruo es un ejemplo de ello, por lo tanto mi expreso mi reconocimiento al escritor, a quien le debo unas cervezas.

A veces me pregunto si Israel Miranda habrá tenido el mismo efecto con las chicas gracias a alguno de sus libros, o simplemente, no sabe para quien trabaja.
Escribo este texto porque me he enterado que se ha agotado la edición del poemario y que de hoy en adelante tendré que darle un sello diferente a mis siguientes affaires. ¿Alguna sugerencia aunque resulte ridícula? Únicamente y por salud universal, absténganse de sugerir discos de Ricardo Arjona o libros de Mario Benedetti.

Publicado en enero de 2011