domingo, 30 de junio de 2013

La chica elástica

A Paulina, la Chica Elástica original
 
Está claro que la gente normal no enciende el televisor con el propósito de enamorarse aunque siempre hay excepciones. He conocido sujetos cuya única capacidad de enamoramiento se encuentra reducida a mujeres como Vilma Picapiedra, Bety Mármol o Marge Simpson, ésto los hace candidatos directos a recibir apoyo psiquiátrico; otros gustan de amar a mujeres tan inalcanzables, por su condición de cadáveres, como Marilyn Monroe o Dolores el Río, mientras que una tercera categoría (los considerados más sanos), se enamoran de mujeres del tipo de Ninel Conde, Mariana Seoane o Salma Hayek. Si siguiéramos por esta línea no dudo que la clasificación se extendería tanto que podríamos lograr una tesis digna para alcanzar un doctorado en apendejamiento humano pero como no es el caso, me parece que es menester incluirme en estas parafilias con un ejemplo digno y único.
Aquí mi caso.
 
Todo ocurrió un sábado por la mañana cuando me disponía a realizar las labores propias de mi sexo, lo que sea que eso signifique. Por algún motivo, sólo explicable por el tarot egipcio, decidí encender el televisor justo cuando una chica enmascarada tomaba el micrófono para disertar sobre la importancia de sus caderas en movimiento y el efecto hipnótico que esto provocaba en miles de púberes que asisten a los conciertos del grupo de surf llamado Los Elásticos. Durante el tiempo que duró la entrevista me fue imposible apartar la mirada de la chica enmascarada, de moldear su cuerpo en la imaginación y principalmente, de encontrarme con su mirada chispeante. Al regresar a la realidad me sentí como un imbécil pero aun así guardé la agradable sensación que me había dejado su sensual e inocente estampa. Reconozco que me fue imposible sacarla de mi pensamiento y como suelo conducirme en estos casos de duda existencial, me refugié en las profundidades de la red con la finalidad de indagar más acerca de ella, de quien descubrí cosas tan fascinantes como el color de sus ojos, la talla de su brasier, e incluso, una legión de cuatro chicas que replicaban sitios en redes sociales utilizando su nombre de batalla: La Chica Elástica.
 
Con semejantes referencias y un mejor pretexto para acercarme a ella, indagué en aspectos más personales como su dirección electrónica y su nombre real. Tal vez les parezca increíble pero todo eso lo conseguí en un par de horas por lo que me atreví a enviarle un mail solicitándole una entrevista para mi columna de Palabras Malditas (lectores, santígüense). Transcurrieron menos de sesenta minutos para que ella me agregara al messenger y estableciera el primer contacto conmigo. Debo decir que ese primer encuentro resultó de pesadilla pues la mujer detrás de la máscara, se comportó de la forma más huraña que la historia pueda registrar, sin embargo, me saltaré ese pasaje para aterrizar en lo verdaderamente importante: nuestra relación.
 
Una vez sorteadas las confusiones y las desconfianzas, logré ganarme la simpatía de La Chica Elástica y con ello a una nueva amiga cuya presencia en mi vida apenas estaba por cumplir una semana. La relación se tornó tan amigable que le propuse nos conociéramos en persona, situación que se postergó debido a compromisos anodinos. Pero la mejor oportunidad llegó cuando Los Elásticos fueron confirmados para presentarse en un festival a unos cuantos kilómetros de distancia de mi casa. Durante una semana entera La Chica Elástica y un servidor trabamos los detalles para nuestro ansiado encuentro. Llegó el día y ya me disponía rendirle pleitesías cuando un problema de naturaleza idiota me impidió asistir al lugar donde se desarrollaría el festival. ¡Maldita mi suerte!
 
Con la promesa de no prolongar más la espera, preparamos un nuevo encuentro en la Feria del libro del Zócalo y en esa ocasión fue ella quien no pudo llegar debido a los compromisos que su vida sin máscara le acarrean. Con muchas tardes en el chat y llamadas telefónicas que reafirmaron un sentimiento mutuo, dispuse todo para no dejar pasar más el tiempo y conocerla en la vida real.

El amor, palabra perversa que carece de significado objetivo pero que reafirma sensaciones malsanas de tan agradables que resultan, se fue arraigando en algún lugar en mi interior al grado de arrancarme del mundo real para mantenerme flotando únicamente en el terreno de la imaginación. Los mensajes de texto y las llamadas esporádicas surtieron su efecto pero algo en la lejanía de nuestros cuerpos fue alargando las distancias hasta que el fuego casi se extinguió.

Una tarde lluviosa decidí hablarle con el firme objetivo de romper la barrera de lo virtual. Era necesario conocernos y estrecharnos los cuerpos, pero un perverso designio de los astros me había deparado una broma macabra desde su propia voz: “es que tengo tres meses viviendo con mi pareja” –dijo súbitamente–. Al regresar a casa, quise romper la televisión y con ello exorcizar el pasado aunque, al final, lo pensé bien y resolví conservar la televisión pues si la destrozaba, los viernes no me hallaría en la grandeza de mi cama, así que dejé el aparato en su lugar ya que después de todo, no tenía la culpa de que yo hubiera sido tan imbécil para enamorarme de alguien a quien había conocido en la TV.

Otras veces ya he hablado de la justicia divina pero en esta reviraré con la venganza del malévolo, quien acostumbra poner las cosas en su sitio. Tras unos meses de cobijo espiritual en las profundidades de los tables dances y sitios de esparcimiento sexual, recuperé las fuerzas para hablar de nuevo con La Chica Elástica. La sorpresa fue grata al enterarme que había colgado la máscara y que su vida amorosa parecía estar logrando claridad. Pactamos un nuevo encuentro hace un par de semanas y como podrán intuir, éste tampoco llegó debido a circunstancias oscuras.

Al momento de redactar este texto, platico vía Messenger con Paulina, la mujer que portaba una máscara cuando de La Chica Elástica me enamoré. Ahora caigo en la cuenta que nunca estuve enamorado de la go-go dancer y en cambio, mi energía libidinal se escurrió totalmente hacia la mujer que personificaba a la heroína de mentiras. Tengo claro que ella vive en pareja y que nuestras existencias van en direcciones opuestas, sin embargo, ella ha recalcado que me ama y eso es lo verdaderamente trascendente para mí. Lo único malo es que su dicho de amor sigue siendo como todo nuestro idilio: por vía del chat.

¿Karma o maldición? Ofrézcanme ustedes una respuesta, eso sí, inteligente y sin que en ella medien los prejuicios.

26 de octubre de 2009.
Texto publicado originalmente en La bitácora del orgasmo.

lunes, 3 de junio de 2013

El nuevo amor pedagógico & un EmpeRiMientO: Instrucciones para construir un caleidoscopio roto.


Paso uno. Hágase de un tubo de cartón en el que pueda ingresar dosis generosas de realidad.
Son tiempos difíciles para la educación… una vez más. Los círculos del poder, fieles a su naturaleza rapaz, han vuelto a recurrir a los servicios de la suripanta preferida: la puta más cuadrada. La misma que a cambio de componendas y dádivas tiene la misión de seducir las mentes de quienes ya no se conforman con vivir bajo los influjos de la droga de moda en el sexenio pasado sino que ahora se ilusionan con la idea de engrosar las filas de los no vivos y confirmar que este territorio está a unos pasos del colapso total.
La suripanta cuadrangular contraataca, y son la educación pública y sus educadores, quienes a fuerza de un documental, decenas de reportajes, cientos de noticias de última hora y sesudas opiniones con tendencia a la desvalorización, se convierten en blanco predilecto. La sentencia es reduccionista: México va al despeñadero por culpa quienes tienen la única misión de educar. Es a esos a quien hay que criminalizar, excluir, erradicar y a los menos aferrados, reencausar a las exigencias de la modernidad.
¿Qué está pasando en nuestro país para que un sofisma televisivo (valga la redundancia) sea capaz de enfrentar a una sociedad entera balanceándose en la cuerda floja atada a los extremos de lo bueno y lo malo?
¿Qué está pasando en México que la gente ha tomado la decisión de señalar a sus educadores cuando es por todos sabido que el mismo que ha dejado en la orfandad a la educación es quien ahora arenga a todos a mejorarla deshaciéndose de los educadores incómodos?
¿Cómo van las cosas en este paraíso, que ya casi ni es país como me dijo apenas unas semanas Gerry—, que muchos han sonreído ante la idea de convertirse en zombies antes que levantar el puño y alzar la voz y sumarse a la solución de esta ecuación llamada México?
El panorama no es peor comparado con otras décadas. Sigue siendo el mismo sólo que esta vez se ha adaptado a los nuevos tiempos. Como lo menciona Gerardo Meneses en su texto de apertura: “En ese renglón, la condición existencial del presente parece irreversible y todavía inestimable el derrotero que ha de seguir, sobre todo porque tiene una música de fondo ruidosa y violenta. No sólo es la tecnología lo que está afectando la época, lo hacen también las tensiones con los contextos de incremento del despojo, la dominación, la manipulación mediática, la exclusión, la crisis de sustentabilidad y el exacerbado mercantilismo.”
Paso dos. Consiga tres espejos e insértelos dentro del tubo de cartón.
¿Por qué hacer otro libro de pedagogía, o concretamente, un libro más sobre el amor pedagógico? La respuesta parece obvia: porque si bien es cierto que la pedagogía parece estar sumida en un letargo que la hace navegar sobre una inmensa laguna sin que sople el menor viento y que esto provoque una constante amenaza por desaparecerla a la menor provocación, hay quienes se aferran a seguir haciéndola.
Es menester destacar que este nuevo libro no sólo existe gracias al afán de querer hacer pedagogía desde los reductos academicistas sino de hacer pedagogía con sentido y dirección a partir de la sensibilidad, de aportar con pasión y volverse lúdico con el quehacer pedagógico sin perder de vista el terreno en que se mueve. No importan las posiciones, éstas se van calibrando gracias a los reflejos que proyectan los tres espejos necesarios para construir el caleidoscopio.
El nuevo amor pedagógico & un ExpeRiMientO, es un caleidoscopio armado pacientemente por Gerardo Meneses Díaz, viejo conocido al que ya le sabemos su adicción al peligro pedagógico, pero construido a partir de las sensibilidades, que con respecto al amor, tienen los autores de cada uno de los textos que, como trocitos de vidrio de muchos colores, van modelando figuras que llevan a otros a interpretar las realidades pedagógicas necesarias para no dejar morir la materia que nos nutre de identidad.
Los mosaicos proyectados en esta nueva aventura, aunque perfectamente delineados en sus haceres, no muestran las fronteras de su propósito de inmediato sino que recurren a alguna evocación para desatarse: “me enfrento a la página en blanco e infinidad de imágenes en flashback me regresan a otros tiempos. Tiempos de bienvenidas pero sobre todo, de despedidas. Entonces bien puede caber aquí una palabra: Recuerdo”, sentencia Ernesto Vázquez en la apertura de un texto que me recuerda al pedagogo que está terminando de gestarse y que aún animoso y hambriento busca centrar la identidad de quien anclará pronto su vida a la de la pedagogía. Gracias Ernesto porque con tu texto lograste que me dieran ganas de volver a estudiar pedagogía.
Aún más. José Francisco Villatoro reafirma a partir de esas valiosas evocaciones, la forma en que comienza el trayecto de quienes hemos sido tocados por la pedagogía: “un buen tiempo en la escuela superior escuché muchas versiones de una misma canción, la Pedagogía por acá y por allá, y a pesar que mucho verbo tuve que asimilar la ignorancia permeaba en mí, no sabía a ciencia cierta el significado del término que daba nombre a la licenciatura que me había elegido, aunque suene raro ella me eligió no sé decirlo de otro modo.” Este ejercicio del recuerdo plantea el difícil dilema de la identidad del pedagogo y sus implicaciones hacia las realidades a las que tendrá, inevitablemente, que enfrentarse.
Otro reflejo recurrente con que nos sorprende este caleidoscopio tiene que ver con la amistad. La importancia de la alteridad juega un papel importante. Meneses lo sabe, de ahí que varios autores enaltezcan la importancia de ser para dejar ser y de ubicarse para situar al que está enfrente en la demostración amorosa que resulta de la significación de la educación. Melchor López es experto vivencial de esta pasión y sirve como (genial-mal) ejemplo  de esta forma de amor pedagógico con el mosaico que representa la experiencia denominada Rostros en la oscuridad. ¿Qué mayor significación contra el poder institucional de la escuela que darle al alumno la posibilidad de convertirse cuando a la vista del poder apenas está aprendiendo?
A estos ejemplos de amor su suman las voces de quienes buscan disertar tozudamente en los embrollos de sus concepciones. Así, este espejo, en perfecta angulación dentro del tubo de cartón, es colocado para que Heli Morales, con su Analítica de la amistad; Joan-Carles Mélich, con Ética de la Corporeidad; Ulises Piedras Arteaga, con La experiencia de tu amor; y Adriana G. del Razo, con A propósito del amor pedagógico, nos instalen en una reflexión que lejos de enmarañarse se vuele un manjar que invita a seguir divagando en el interminable y confuso laberinto de las cuatro letras que desde la filosofía y la psicología, abren más caminos para entender, o mejor dicho, seguir no entendiendo el dilema del amor.
Hasta aquí vale la pena formular una pregunta: ¿es el nuevo amor pedagógico & un ExpeRiMientO, sólo un mosaico que busca debatir sobre el amor y su influencia en la pedagogía o en el terreno de la pedagogía? No, la respuesta es contundente. Algunos de los textos de este caleidoscopio calibran sin cortapisas la posibilidad de seguir viendo hacia la realidad. Personalmente destaco un par de textos con los que siento afinidad por gracias a mi quehacer pedagógico: La exclusión y la escuela: el apartheid educativo como política  de ocultamiento, de Pablo Gentili; y Cápsulas progresistas. Ideales para el dolor de escuela, Mariano Noradowsky y Daniel Brailovsky. Comienzo por éste último. La realidad en que nos movemos y a la que hacía referencia en la primera parte de esta presentación, nos hace buscar incansablemente opciones para entender nuestros roles dentro de los espacios educativos. Esta búsqueda implica adoptar visiones sobre el alumno, el docente y la escuela, y entender qué le exige la realidad a cada uno de ellos. Actualmente se busca desacralizar la escuela y convertirla un espacio diferente. ¿Qué tan diferente, si muchos de los que claman esta transformación son los mismos que desdeñan las formas efectivas y las tildan de anticuadas, pasadas de moda? La respuesta está en el texto a través de otra pregunta: “¿qué aspectos del “formato escolar”, qué geografías, qué certezas históricas, es aceptable (y razonablemente practicable) comenzar a sacrificar, para poder conservar aquello que define no ya a la escuela sino a la educación?"
Por otro lado, el texto de Gentili, me hace morder el anzuelo y pensar sobre los vicios imperantes de nuestra sociedad: la exclusión como práctica recurrente que, hoy más que nunca, se ha filtrado a la escuela. Todo surge a partir de un niño sin zapato al que todos miran con preocupación sin percatarse (o sin querer percatarse) que alrededor hay cientos o miles de descalzos a los que nadie quiere ver. Gentili es enfático: “La selectividad de la mirada cotidiana es implacable: dos pies descalzos no son dos pies descalzos. Uno es un pie que perdió el zapato. El otro es un pie que, simplemente, no existe. Nunca existió ni existirá. Uno es el pie de un niño. El otro es el pie de nadie. La exclusión se normaliza y, al hacerlo, se naturaliza. Desaparece como “problema” para volverse sólo un “dato”. Un dato que, en su trivialidad, nos acostumbra a su presencia. Dato que nos produce una indignación tan efímera como lo es el recuerdo de la estadística que informa el porcentaje de individuos que viven por debajo de la línea de pobreza.”
Paso tres. Selle ambos extremos del tubo con dos vidrios circulares.
El amor es una bestia impar cuya única ambición
es la de huir de toda interrogación.
CARLOS SKLIAR
La sensibilidad con la que se conducen gran parte de los autores del nuevo amor pedagógico, sellan perfecto el caleidoscopio de Meneses. Sensibilidad literaria y musical. El infaltable sentimiento de la poesía que muta en blues y los toques mágicos de quienes son dueños del artificio escrito en notas y hecho sonido.  Carlos Skliar, José Cruz (favor de ponerse de pie), Alfonso Guzmán y el mismo Gerardo Meneses, dan el toque al experimiento que resulta del nuevo amor pedagógico.
Mención especial merece Verónica Mata con su texto sobre el amor que no es marca ni mandato y en el que logra enviciarnos hasta identificarnos: “Esta era una niña de catorce años que declara su amor. En la declaración, expone que sin éste no quiere vivir, es capaz de morir si el objeto de su amor no está con ella. La misma niña, encuentra en el objeto amoroso un obstáculo: éste la ha abandonado por la tecnología; sin embargo, la niña todo lo perdona, hasta ser simplemente mirada a través de una pantalla, mientras el otro entre tanto y tanto juega, chatea, mira imágenes, escucha música.” Con estas palabras Verónica logra, sin meterse mayores artificios que los de su sensibilidad y sapiencia, trasladarnos nuevamente al debate del amor a través de un sendero que se recorre placentera y armónicamente hasta no dejar duda en la relación entre la juventud y el amor.
Paso cuatro. Forre el tubo con un papel oscuro.
Cómo poder entender al amor si no se habla de sus antítesis: el odio, la violencia, la ya mencionada exclusión y el bullying. Todas esas figuras aparecen también en este caleidoscopio y se posicionan como puntos de apoyo en el entendimiento del amor. Como lo menciona Adrián Eduardo Arano Lazo: “Es cierto que en los últimos años la violencia desmedida acontece en nuestro país, y seguramente las voces que nombran el resquebrajamiento del lazo social, vislumbrando el ocaso de su conexión erótica se han intensificado.”
Pero la violencia, concretamente la que se ejerce a través de la red, queda muy bien puntualizada en el texto de la Dra. Luz María Velázquez Reyes, quien es capaz de hacer un retrato de la sociedad actual a través de las prácticas ligadas con las Tecnologías de la Información y Comunicación.
Paso cinco. Rompa su caleidoscopio.
Lo volviste a hacer, Gerardo. El nuevo amor pedagógico no es la tercera parte de una zaga que insiste en instalarse en tus obsesiones pedagógicas. Bueno, podría verse así si se tratara de reconocerte como un necio del quehacer pedagógico, aquí nombrado certeramente amor pedagógico. Pero dejemos la duda al lector para que en su momento busque la respuesta sobre si este nuevo amor pedagógico es o no la continuación del anterior, pues como bien lo mencionas en tu texto El nuevo amor pedagógico. Un experimiento:Podrían decirse muchas cosas (…) Parece tratarse de un laberinto cuyo hilo de Ariadna no es tan claro ni preciso. En cuanto nos adentramos en las páginas y los sonidos de este libro-disco nos asaltan numerosas metáforas, personajes, estilos y posicionamientos, que persuaden e intentan enamorar nuestra atención, a sabiendas de que no hay ninguna garantía en torno a ello.
Lo volviste a hacer, Gerry. Nuevamente has dado muestra de tu vocación como pedagogo y como un sujeto que, alteridad mediante, sabe tocar el corazón de los demás a través de la amistad, la hermandad, las letras, la música y hasta un mal vino que nunca deja un mal sabor de boca.
No me resta más que agradecerte que una vez más hayas apostado por aquellos que saben encontrar tubitos de cartón y observar universos a través de ellos, pues al final, son ellos, los que escriben pero también los que leen, los que hacen que los mosaicos formados dentro del caleidoscopio que construiste sean nuevamente materia viva para seguir haciendo pedagogía y no dejarla morir.
Con cariño blusero…
Héctor Anselmo Ortega
1 de junio de 2013