El día
que mi amigo Toñito cumplió la peligrosa edad de doce años, su hermana Lupe
decidió que era momento de hacernos experimentar sensaciones aptas para hombres
por lo que nos citó esa misma tarde en su casa, justo cuando sus padres
salieran a visitar al tío Ultiminio que yacía en una cama desde que la burra
Bernardita lo mandó al suelo por vía de una patada.
Puntuales
y emocionados por la invitación, acudimos Abel, Tomás y un servidor hasta la
casa de aquellos hermanos que muy sonrientes abrieron la puerta y nos invitaron
a pasar hasta la recámara de Lupe. Esta situación nos llenó de un extraño
nerviosismo pues si las leyendas de los mayores resultaban ciertas estábamos a
unos minutos de vivir nuestra iniciación en uno de los tantos misterios de la
vida. Lupe, que portaba unos shorts de mezclilla muy ceñidos y una blusita de
tirantes, que en ciertos momentos aplacaba la imaginación pero alborotaba los
humores de los presentes, nos pidió que nos acomodáramos en torno a su cama y
nos tomáramos de la mano. Lo hicimos. Después sacó una cajita parecida a la del
Turista mundial y de ella sacó una tabla y un triángulo de madera, la
colocó sobre la cama, se concentró y se puso a musitar algunas cosas que nadie
entendió. Después nos presentó con
alguien que no estaba presente, cuando menos a nuestros ojos, y con la
serenidad de alguien que había dejado de jugar preguntó:
- ¿Quieren saber cuándo se van a morir?
Nadie
respondió. Ante nuestra falta de iniciativa, la hermana buenota de Toñito le
preguntó a la tabla que si quería jugar con nosotros y el triangulito se
desplazó a una casilla donde la palabra “si” no se mostraba como la
posibilidad más emocionante para nosotros.
- ¿Quién se va a morir primero de estos chamacos? —preguntó Lupe en voz alta
mientras el triángulo se desplazaba por cada una de las letras que conformaban
la pregunta—.
Cuando me
percaté de que el triángulo se posicionaba en la letra H y se dirigía rumbo a
la E tomé la sana decisión de mandar el jueguito a la chingada y salí de la
habitación de Lupe cargando un temor que se me acumulaba en el estómago en
forma de dolor. Cuando iba a abrir la puerta que daba a la calle, las luces se
apagaron, un vientecillo me golpeó el cuerpo y grité como hasta ahora nunca lo
he hecho. No recuerdo si me desmayé pero seguro sufrí un shock nervioso o tuve
mi primer infarto. La siguiente escena que viene a mi memoria fue la de mi mamá
rezando un rosario con su comadre mientras yo sostenía un cirio en la mano
derecha y una tarjeta de San Hipólito en la izquierda.
Cabe
resaltar que desde entonces, mi amistad con Toñito se fracturó y a consecuencia
de ese distanciamiento pasé años saboreándome a su hermana en una total soledad
que se extinguió cuando Lupe fue a dar a un hospital psiquiátrico (según versan
los rumores de los vecinos) pues parece que le había dado por personificar a la
niñita de película La maldición, cuando menos tres veces a la semana.
Sólo
hasta anoche, que escuché a un sacerdote hablar sobre exorcismos, mis sospechas
se reafirmaron: probablemente Lupe estaba poseída por un demonio noruego que le
pedía en tributo las almas angelicales de tres angelitos pero como yo deserté a
tiempo de la ofrenda supongo que ella tuvo que pagar en cuerpo y alma mi
desacato.
En
realidad no sé qué tan cierto sea eso de que el chamuco y sus secuaces puedan meterse
en los cuerpos de las personas a través de tablitas que se venden en los
centros comerciales pero, por si acaso, aquí les dejo las tres características
que tienen los posesos ya que supongo de algo les puede servir:
1) Poseen
una fuerza física superior a la de cualquier persona (titanismo o sansonismo),
por lo que una chaparrita del tamaño de La Güereja bien podría levantar al
luchador conocido como Súper Porky (Brazo de plata) empleando únicamente la
fuerza de su dedo meñique. Si lo anterior es cierto, algunas posibles posesas
pueden ser: Soraya Jiménez Mendivil, campeona olímpica de halterofilia; mi tía
Ramona, cuya capacidad para cargar marranos los domingos de carnitas es
realmente paranormal; y todas las niñas de primero a cuarto de primaria que son
capaces de transportar el doble de su peso en útiles escolares.
2) Hablar
fluidamente una lengua extraña nunca antes aprendida (xenoglosia). Bajo este
criterio, todos los que hablan con la efe y mi tío Teodosio en estado de
ebriedad, cumplen con el requisito
3)
Aversión a cualquier imagen religiosa. En este caso, el requisito lo cumplo yo.
Otras
características que pueden ayudar a identificar a un poseso son: la
clarividencia, las dermografías y la levitación. Si lo anterior es cierto,
puede estar usted a un lado de un poseso sin haber reparado en ello, así que
mejor haga caso a este artículo y consulte a su exorcista de confianza.
*Texto publicado en Memorias de un enfermo mental. Noviembre de 2010
Foto: Propiedad de Alexis Alvarenga