viernes, 16 de febrero de 2018

El Mito de los Hombres Perro.



Hace unos años participé gustosamente en un encuentro literario de ex alumnos de la FES Acatlán. La invitación surgió de la misma forma que la mayoría de las cosas buenas que me ocurren en la vida: por estar en el lugar y en el momento preciso.

El plomero escritor es una historia casi verídica que escribí en apenas un par de horas pero a la que le dediqué mucho tiempo de corrección y que le arrancó carcajadas a quienes la leyeron en primicia. Tiempo después me enteré que se publicó, gracias a la intervención de R. Israel Miranda Salas, en un pasquín hermoso llamado Los Bastardos de la Uva. Sin embargo, pasaron varios años antes de poder tener algunos ejemplares en mis manos, lo hice el mismo día en que Jojana Oliva y Sergio Rojas, viejos conocidos de la universidad, caminaban por las calles mojadas del Centro Histórico. Fue Jojana quien me habló del encuentro y quien semanas más tarde me hizo una invitación formal para participar.

Aquel día llegué al auditorio creyéndome mucho. Bastaron unos segundos para sentirme cohibido y querer desistir de mi participación. Había dos que tres monstruos que si bien, leían poesía, me intimidaron. ¿Cómo iba a leer semejante mamarrachada para aquellos personajes? Al final lo hice y gustó. Gustó a pesar de las groserías y a pesar de que el personaje es tan anodino como su inventor. Al final pude saludar a muchos conocidos cuyas caras me eran familiares pero con los que nunca había cruzado palabra alguna.

Al año siguiente volví a participar en el encuentro y esta vez Juan Grajeda me compartió sus proyectos, entre ellos un colectivo que habían echado a andar él y Janette, su pareja, sostén y copartícipe de locuras. Los escuché atentamente sin hacerles saber que no soy partidario de pertenecer a grupos, bandas, pandillas, colectivos o mafias literarias. Sin embargo, en charlas posteriores su ánimo fue tal que terminé por enviar un par de colaboraciones para su página.

Janette y Juan son personas animosas, muy obstinados, algo locos, pero por encima de todo, trabajadores. No sé si se detengan a pensar en que sus actos traen consecuencias pero ellos están convencidos de lo que pretenden y eso lo valoro demasiado. Su valemadrismo me contagió. Tal vez por eso cuando Juan me invitó a colaborar en un libro colectivo entendí que aquello ya arrastraba una responsabilidad que a veces me cuesta trabajo admitir. Tras varias semanas me dediqué a seleccionar mis textos, revisarlos y trabajarlos nuevamente. Reconozco que se los envié no muy convencido. Afortunadamente Juan fue honesto y me hizo saber que le habían gustado únicamente tres textos mismos que serían los seleccionados para el libro.

Yo, que siempre he sido desapegado incluso de mí, no quise enterarme mucho del proceso para la construcción del libro pero un buen día supe que ya estaba casi a punto de entrar a la imprenta. Me enteré, como es lógico, de los problemas financieros por los que atravesaron para que se cocinara pero su obstinación logró la meta: hoy salió El Mito de los Hombres Perro, selección de textos de varios autores en los que se encontrará poesía y narrativa.

Tengo entendido que la edición consta de pocos ejemplares por lo que será una proeza conseguirlo. Si alguno de ustedes lo logra, compre dos y me regala uno. Chueca si no.

*Fotos tomadas de la página de Facebook de Janette Bizarro.

lunes, 12 de febrero de 2018

Censura feisbukera



En lo que va del 2018 he sido castigado tres veces en Facebook por el mismo motivo: publicar fotos con “desnudos” o en “actitudes sexuales”. Cuando menos ese es el argumento que recibo por parte de la red social una vez que sus sistemas de seguridad detectan mi actividad transgresora. Entonces, Facebook de manera unilateral, procede a bloquear mi cuenta y me pide que elimine todo el contenido que considere inapropiado pero, ¿cómo voy a eliminar algo que no considero inapropiado?

En las tres ocasiones los bloqueos han sido por subir imágenes de mujeres desnudas. Fotografías donde se asoma tímidamente un pezón o donde se muestra la ausencia de ropa. Curiosamente las fotos fueron tomadas de varios perfiles de la misma red social y curiosamente en ellos sus sistemas de seguridad, no detectaron la actividad sexual que tanto los atemoriza.

Es importante mencionar también, que en las tres ocasiones, después del bloqueo y luego de avisarme que la fotografía en cuestión ya había sido eliminada, recibí una notificación donde se me pide enviar un mensaje si es que considero que se trata de un error y merezco su piedad. Las tres veces he escrito el mismo mensaje: “la fotografía por la que fui censurado fue tomada de otro perfil de Facebook. Considero más ofensivo que se permita la publicación de fotografías que muestren a personas armadas, de maltrato animal, de propaganda religiosa o peor aún, donde se promueva el juego político de algún candidato a un puesto de elección popular. Esto último sí debería estar censurado.” Cada quien tendrá sus argumentos pero si algo detesto ahora de las redes sociales es la invasión de los políticos y el uso electorero que hacen en ellas. Cabe resaltar que no he recibido respuesta a mis mensajes y a cambio el bloqueo lleva tres días. Esta vez, además de no poder publicar tampoco puedo dar likes, reaccionar e incluso, enviar mensajes. Simplemente he sido borrado.

Es curioso: el día que sucedió el último bloqueo recién había terminado de leer el artículo de opinión de Joselo Rangel para el Excélsior. El texto se titula Pezones y expresa esa pesada política anti pezones femeninos dentro del mundo de la música, en los videos o en los shows en vivo. Pero, ¿por qué sigue siendo natural mostrar a un hombre con el torso desnudo y no el de una mujer? ¿Qué temor les produce a los creadores de Facebook o Instagram los pezones de las mujeres? Misterios insondables del señor.

Hace años que la música me llevo a ver con naturalidad cuando una mujer se despoja de la playera o la blusa y del brasier. Recuerdo mucho un concierto de Aerosmith, el 25 de enero de 1994: mientras Steven Tyler arengaba a la muchedumbre al ritmo de Love in elevator, la chica que se encontraba frente a mí se quitó el brasier y lo lazó al escenario. Toda la canción permaneció con los pechos al aire sin que eso generara caos entre el público, al contrario, aquella acción fue tan bien recibida que durante todo el concierto la escena se repitió constantemente. Ahora lo veo como algo propio del ritual del rock. No importa si ocurre en un antro pequeño frente a José Fors o si es en un festival de heavy metal donde las chicas suelen expresar algo de su rudeza de esta manera entre miles de cavernícolas que caen rendidos ante ellas. Pero también ocurre en el escenario con cantantes como Jessy Bulbo, Taylor Momsen (que en realidad ella es quien desnuda a sus fans) o Courtney Love, o Madonna y Lady Gaga, o Texxcoco, banda a la que hace referencia Joselo en su columna del 9 de febrero.


El caso es que estaré varios días bloqueado y seguramente eso provocará cierta extrañeza (y probablemente furia) entre mis allegados. Lo mejor, es que el bloqueo seguirá el 14 de febrero lo cual me ofrece la posibilidad de tener un pretexto para no responder a los mensajes que indudablemente llegarán a través del inbox. Gracias Facebook, me hiciste un favor.



Pero lo anterior ocurre en el mundillo musical. En mi ambiente los pezones femeninos pueden llegar fortuitamente a través de un Whatsapp, a manera de saludo, o como parte de un simple meme. Nada que genere escándalos o que me haga acreedor a la ley del hielo. Bendita tecnología al alcance de la libertad (y la irresponsabilidad).