sábado, 18 de mayo de 2019

Vivir salir


"Que difícil puede resultar vivir en un lugar así, en un hogar así,
donde vale mas la pena que reír y desear estar feliz,
y desear vivir feliz..."

He sido un entusiasta seguidor de Rocko Arroyo desde hace varios años cuando Gerardo Meneses Díaz me lo presentó en la FES Aragón. Atrás había quedado la etapa de la Stupid Band porque lo nuevo era ExpeRiMentO, una banda de blues y rock que traía a cuestas un disco (que en realidad era libro), un discurso y el talento de varios sujetos amorosos por lo que hacen hasta hoy.


Además de la Stupid y el ExpeRiMentO, seguí a Rocko en otros proyectos como Circo Majareto y Engrudo Volcánico. Repentinamente, como suele pasarme con la gente que aprecio, Rocko se me perdió. Afortunadamente existe Facebook y gracias a ello supe que se encontraba trabajando muy duro en asuntos de producción musical.

Hace unas noches, cuando el insomnio me acorraló, decidí meterme a su perfil para ponerme al corriente. Supe que iba a sacar el video de una canción y para tal suceso habría un toquín con buenos camaradas. Ocurrió anoche en el Bar Karuzo de la ciudad de Puebla. Debido a la cantidad de compromisos previamente contraídos con mi sofá no pude asistir pero me mantuve a la expectativa.

Hace un rato vi el video de Vivir salir en YouTube. Me agradó. Lo posteé en mi muro de Facebook, en Twitter, lo envié por Whatsapp y pregunté opiniones a quienes lo vieron. Afortunadamente muchos conectaron con la canción, por lo que aquí se los muestro. Ojalá a ustedes también les guste.


viernes, 17 de mayo de 2019

El Mago Chen Kai


Tenía siete años cuando el mago Chen Kai llevó su espectáculo a mi escuela. En ese tiempo era normal que los magos llevaran sus shows a las escuelas primarias. Emocionado le pedí a mi mamá para el boleto y ella sin mostrar desazón removió en su monedero mientras yo le confiaba que aquel que no pagara tendría que quedarse encerrado en el salón. A la mañana siguiente la maestra recogió el dinero, nos mostró los boletos y dijo que ella los guardaría hasta el día del espectáculo. No sea que los pierdan, dijo.

Fue un jueves soleado cuando Chen Kai llegó a la primaria. Faltando algunos minutos para las diez de la mañana el profesor Arcadio, director de la escuela, pasó al salón a indicarle a la maestra que nos sacara al patio. La maestra nos pidió levantarnos de nuestro lugar y hacer una fila dentro del salón. Tomamos distancia y marcamos el paso antes de marchar hacia afuera. En la medida que cruzábamos la puerta, la maestra nos entregaba nuestro boleto mismo que traía impresa la cara del mago y muchas letras que no recuerdo qué decían. Yo sentía algo en el estómago pues había visto al mago muchas veces en la televisión pero esta vez sería la oportunidad de verlo en persona, de cerquita.

La maestra no se había tocado el corazón: en el salón se quedaron un par de compañeros cuyas madres no pudieron pagar el boleto. El resto, emocionados, nos acomodamos para homenaje mientras la expectativa se acrecentaba. “Ya llegó Chen Kai”, recuerdo que gritó alguien y como impulsados por un resorte, todos saltamos tratando de ver al mago sin perder la formación. Recuerdo haber visto en la puerta de la dirección a un señor que no era Chen Kai, al mismo director y a una señorita que nos saludó con la mano. La maestra nos pidió que nos acomodáramos en el suelo. Las niñas y los chaparritos adelante, los altos atrás. Tuve la suerte de quedarme entre las niñas, en primera fila, así que cuando la señorita saludadora salió, micrófono en mano, a dar la primera llamada, todos festejamos. El hueco en mi estómago se hizo más grande y el tiempo pareció transcurrir más lento.

Al dar la tercera llamada el profesor Arcadio gritó comenzamos, se escuchó una música muy alta por el altavoz y la señorita saludadora apareció en el patio vestida con un payasito vistoso para realizar una coreografía estilo Milton Ghio. Detrás salió Chen Kai vestido de negro. A pesar de ser un hombre pequeñito a mí me pareció muy grande. Me emocioné y aplaudí mucho cuando los vi. Recorrió el patio saludando al chiquillero que furtivamente estirábamos la mano para saludarlo.

No recuerdo con exactitud los trucos que nos mostró pero sí las cartas, las mascadas, un sombrero, vasos con agua, cajas, jaulas, algún animalito, fuego, y por supuesto, a la señorita del payasito vistoso. Yo estaba muy emocionado. En algún momento Chen Kai detuvo el espectáculo para pasar al frente a un niño o niña bien portados. Por más quieto que me quedé para parecer niño bueno, no me eligió. Sentí tristeza pero no se cayó mi ánimo. Bastante atento seguí el truco hasta el final y cuando terminó les aplaudí mucho.

Fueron las dos horas más divertidas de mi vida hasta entonces. Cuando el mago se despidió, todos gritábamos que queríamos más pero Chen Kai ya no salió. El director indicó que podíamos romper las filas y disfrutar nuestro recreo. Y mientras la mayoría corrió a los salones en busca de su torta o su dinero, yo seguí a la palomilla hasta la dirección. Ahí el mago platicaba con las maestras y el director.

Durante varios minutos todos nos mantuvimos expectantes afuera de la dirección. En algún momento, cuando calculábamos que el recreo estaba por terminar, la puerta se abrió y Chen Kai salió sonriente, saludando a todos pero sin dejar de caminar. Detrás iba la señorita del payasito vistoso que ahora llevaba puesto un abrigo café. El mago sólo se detenía cuando alguien le acercaba una libreta para pedirle un autógrafo. Era una pausa de apenas unos segundos y después continuaba su camino. Algunos de mis compañeros le buscaban cosas bajo las mangas del saco, le pedían que les mostrara las bolsas o le imploraban que los desapareciera y los volviera a desaparecer.

Cuando llegamos a la puerta principal, lugar prohibido para los alumnos durante el recreo, Chen Kai se despidió. En ese momento sonó el timbre y casi todos corrieron al patio principal a formarse. Apenas nos quedamos tres o cuatro rebeldes junto al mago. Firmó los últimos tres autógrafos y luego volteó a verme. ¿Y tú no quieres un autógrafo, amiguito? -me preguntó-. En ese momento la timidez se apoderó de mí y sólo agaché la cabeza. Recuerdo que mientras me hacía una caricia me preguntó si me gustaba la magia, si me había gustado el show y si conocía a muchos magos. A todo respondí que sí. ¿A qué magos conoces? No recuerdo con exactitud mi respuesta pero imagino que mencioné a Ari Sandy y Frank. Si me respondes esta pregunta te doy un obsequio, dijo. En el patio todos ya estaban en formación y yo corría el riesgo de ganarme un castigo. ¿Quién es el Tigre de la magia? Cristian Crishan, respondí sin dudarlo, y Chen Kaí apareció en su mano, frente a mis ojos, una cajita y me la obsequió. Para que hagas magia, me dijo antes de desaparecer.

Don Isidro, muy sonriente, cerró la puerta y me indicó que corriera a mi salón porque la maestra me iba a regañar. Lo hice a toda velocidad, rabiando de alegría Cuando entré al salón les mostré a mis compañeros lo que me había regalado Chen Kai. Todos se sorprendieron y me pidieron ver la cajita que traía cuerditas y aros de metal pequeñitos, como anillos.

Nunca supe usar el juego pero durante años mantuve la ilusión de descubrir la forma de hacer un truco y dar el primer paso para convertirme en mago. Un día, sin embargo, desistí como posteriormente lo haría de casi todos los oficios con los que soñaba hacerme famoso. Otro día les contaré.