viernes, 10 de marzo de 2023

Favor de pagar con cambio

Siempre me he preguntado por qué las personas pagan el pasaje con billetes de $100 o $200. Toda esta semana he compartido el transporte con gente que lo hace. ¡No la chinguen! Feriar los billetes grandes pagando el pasaje, es una fea costumbre, pero en los últimos tiempos es más común. ¿Será un efecto de la inflación, una paradoja de la austeridad republicana o una bonanza que a mí no me ha tocado? No lo sé. Lo cierto es que unas lo hacen porque sí, porque pueden y porque aluden que los choferes deben traer cambio. ¿Se han puesto a pensar la cantidad de morralla que tendrían que traer ellos si, en un viaje sencillo, los 17 pasajeros de una vagoneta pagan su pasaje con billetes de $100?

En mis diarios andares por el transporte público he detectado a algunos personajes mañosos que ocupan este ardid para que el pasaje les salga gratis. Ubico a una persona que siempre paga con un billete de $200 cuando su viaje cuesta $15.

     – ¿No trae cambio?
     – ¡No!

El chofer le regresa el billete y sin demostrar empacho alguno, la persona lo guarda y espera paciente a llegar a su destino para pedir la bajada. Y así, ante la vista de todos, el chofer tiene que tragarse su coraje y perder una porción de la cuenta.

Es conocido que esta fauna (los choferes) tienen una supina capacidad de pelearte $.50 de la tarifa con tal de no perder. Y si se trata de ganar, no encuentran obstáculo en jugarse la vida de los usuarios por $12, $15 o $20 que hacen la diferencia en la cuenta, la gasolina o las propinas para los checadores.

Pero la estrageia de la persona que menciono anteriormente ya es conocida por varios cumbiamberos que, al hacerle la parada, suelen preguntarle si va a pagar con cambio y dependiendo de la respuesta le cierran la puerta en la cara o educadamente la invitan a esperar la que sigue. También me tocó que en una ocasión el chofer la bajó un par de kilómetros adelante, hasta que irremediablemente tuvo que hacerle la parada a otro pasajero. Pague con cambio, le dijo el chofer tras recibir una cascada de mentadas de madre. Una última ocasión, el chofer prácticamente la obligó a sacar cambio hasta de los zapatos y completarle el pasaje. Pero insisto, no es la única. Está semana varias personas cometieron esa irresponsabiidad (porque es una irresponsabilidad, estén o no de acuerdo).

Esta mañana, de las doce personas que viajamos en la vagoneta, cinco pagaron con billetes grandes. Y entonces, ante el enojo del chofer y la desesperación de la gente, media el bolsillo solidario del mexicano: un joven le dio $10 a un adulto mayor para completarle el viaje mientras una señora se ofreció a pagar el pasaje de otra que llevaba en brazos a un bebé. La tercera mujer ante la negativa del chofer por recibirle un billete de $200 nos pidió a todos que le cambiáramos el billete. El resto de los pasajeros hicimos mutis. Una cuarta persona pagó incompleto y otra de plano le dijo que no traía más que el billete de $100 con que intentó pagar. Al preparar mi bajada saqué un montón de morralla que suelo cargar para tañ efecto. Pedí la bajada y de inmediato la señora me increpó:

     – ¿Por qué no quise cambiarme el billete? ¡Usted si trae cambio!

“What…? ¿Eso fue un reclamo? ¡Ja!” Pude haber externado una respuesta, una nada humilde opinión e incluso, pude haberla reconvenido agregando todas las estrategias que tengo que desarrollar para feriar un billete todos los domingos y tener morralla para toda la semana. Es un hábtio que me formé desde que pago pasajes. Creo inició cuando cursaba la secundaria. Pero esas cosas no las entienden personas como ella y me limité a poner mi ya tradicional cara de nada fingiendo no saber a quién le hablaba. Al bajar di las gracias al chofer (si, también soy de los que dan las gracias cuando recibo un buen servicio) y me bajé. La señora dijo algunas lisuras que no escuché bien.

Podrán estar de acuerdo o no conmigo, pero no la chinguen, favor de pagar con cambio.

viernes, 3 de marzo de 2023

¿Karma?

No tengo ganas de nada. Me duele el cuerpo y apenas puedo moverme con facilidad. Subo al taxi y llegó a la clínica. Realizo el protocolo habitual de mis visitas y la señorita me pide tomar asiento. Saco el teléfono y abro Facebook. Jorge Tadeo, escritor y melómano por quien siento gran admiración, cariño y respeto, acaba de publicar algo. Me gusta ver sus publicaciones, casi siempre recomendaciones musicales a las que no puedo seguirles el ritmo. En pocos días, se vuelven una lista enorme.

“Hace unos meses alguien que se supone que me quería mucho me dijo que mis problemas de salud eran el karma por todo el daño que he hecho."

Sin terminar de leer el post, pienso que una vez me dijeron algo parecido: “nuestro cuerpo acumula energía que busca liberarse en diversos momentos, de diferentes maneras. Los rencores, las tristezas, los odios y hasta la maldad, se acumulan. Seguramente tú has hecho muchas maldades que se te han acumulado. Ahora tu cuerpo lo refleja y trata de liberarlo con una enfermedad.”

Pase un tiempo pensando en lo culero que he sido en la vida y concluí: "para semejante cabrón, me salió barato este asunto". Sin embargo, la persona que mencionó aquellas palabras nunca pudo entender qué tan grandes son los dolores que se pueden experimentar cuando el cuerpo, efectivamente, trae una carga tóxica -dicho en el sentido más químico posible- al grado que te noquea.

A mucha gente le he platicado como fueron mis primeros "desconectes", blackouts que me mandaban a dormir un par de días y dolencias que no sentía sino como secuelas. Ella únicamente se reía y decía que exageraba. Prometió llevarme con un médico que me sanaría. Nunca lo hizo. Prometió llevarme al temazcal. Tampoco lo hizo. Me dijo que con medicina alternativa saldría adelante. Jamás supe cuál era esa medicina. Busqué por mi lado y siempre me lo criticó. Ella hablaba del capitalismo y de los negocios de las farmacéuticas, pero no de la solución.

Alguna vez, después de una discusión, me recalcó la relación entre ser culero y estar enfermo. Y yo, en medio de febrícula y un cansancio que presagiaba lo que tendría que padecer horas o días más adelante, pensé que tenía razón. ¿Karma? El dolor de huesos es algo que no le deseo a nadie, ni a mi peor enemigo. Podría desearle la muerte ya que imagino, el sufrimiento se apaga con el deceso del cuerpo. Pero el dolor se mantiene mientras tengas vida. Así debe ser el dolor de las personas a las que lastimo: exasperante, tortuoso, interminable.

Hace tres años, justo por estas fechas, la persona a la que me refiero se encontraba mal de salud. En algún momento creímos que era una de las primeras infectadas del Coronavirus. Durante varios la vi padecer los efectos de una gripe anormal. La procuré como yo mismo no era capaz de hacerlo conmigo. En una ocasión cuando me resultaba imposible bajar su fiebre, pensé: "seguramente es por ser tan culera con la gente". Me arrepentí siquiera de pensarlo. Afortunadamente, la cosa no pasó a mayores y antes que el virus atacara al mundo ella pudo seguir con su vida normal.

Por lo visto Jorge Tadeo y yo tenemos grados de maldad supinos y en ello deriva lo que nos pasa. Nada tiene que ver con los golpes en la cabeza que a él le recetaron los policías, ni a mí el cúmulo de hierro y testosterona en mi cuerpo. Somos culeros y ese es el diagnóstico.