Querido Robert:
Hace dos meses te fuiste y
apenas estoy asimilando tu ausencia. Es curioso decirlo porque la última vez
que te vi fue la madrugada del 9 de febrero del 2020 cuando bajaste de la
camioneta en la que te llevamos a casa. Luego de estrechar mi mano y darme las
gracias (por no habernos estampado antes de llegar), diste la vuelta para
entrar a tu casa. No aceleré hasta que vimos que cerraste la puerta. Al mes
siguiente comenzó la pandemia y nuestros lazos se estrecharon. Mi incipiente
insomnio se volvió crónico y eso me hermanó contigo. Durante esos meses solía
escribirte a las 2 o 3 de la mañana, sabedor que eras el único que me
respondería. Nunca fallaste. Nuestras charlas no eran mayores a diez minutos,
pero los pocos mensajes que intercambiamos eran suficientes para sentirme
acompañado. Entonces vino mi declive. La vida me puso decenas de vicisitudes en
pocos meses y fuiste el único que realmente estuvo presente. El interés que
mostraste hacia mi salud física y emocional provocó que hasta hoy sienta un
infinito agradecimiento.
Hoy desperté recordando las
bromas con las que coroné nuestra singular amistad. “Robert: quiero ser la o
que complete tu nombre”, solía decirte de vez en cuando para estudiar tus reacciones.
Tú mueca delataba algo que siempre interpreté como una sonrisa. Jamás me reclamaste.
Desde que te conocí, allá por el 2009, cada cumpleaños te felicité enviándote
una imagen del Pianosaurio mientras que el día del músico te enviaba una del
luchador Emilio Charles Jr. Una vez, muy amable, me dijiste que muchas personas
te decían el Rey del Beautiful. Festejé tu confesión haciendo la pose clásica
del luchador de plástico mientras te limitabas a sonreír con esa seriedad que
para mí era una carcajada.
Nada de lo que aquí escriba alcanza
a dimensionar el vacío que dejaste. Basta con revisar tu cuenta de Facebook para
entender que al igual que a mí, le haces falta a mucha gente.
Hace dos meses hablamos varios
días seguidos e incluso, te hice participe de un ridículo drama del que después
te puse al tanto. Tus stickers con risas me hicieron saber que lo tomaste con
humor y que más bien te preocupaste por mí y las consecuencias de mis bromas. Siempre
supiste que soy un incorregible y aunque nunca lo dijiste, sé que igual te
divertiste y preocupaste con esos líos que me gané por ser más guapo que tú. El
28 de agosto muy temprano, recibí tu mensaje: “¡Que tengas una excelente
semana! Te dejo un cálido abrazo.” Agradecí ese gesto que en ti era normal y
continué con mi rutina. Me extrañó que mensajearas tan temprano. Jamás lo
hacías. No conmigo. Nuestras charlas siempre fueron de madrugada. No le di
importancia.
Al día siguiente mi día iba normal
hasta que recibí la llamada de alguien a quien no deseaba responderle. La
insistencia vino con varios mensajes:
Hola.
¿Cómo estás?
Dejé pasar
los minutos, pero esos mensajes me alertaron. No eran normales.
Hola.
Bien.
¿Tú cómo estás?
¿Qué sabes de Roberto?
¿Pasa algo?
Hay llamadas y mensajes que no
quieres recibir. Entonces tuve que indagar, llamar a personas con las que
llevaba meses distanciado, pero son tus cercanos.
No entiendo por qué la gente
como tú suele irse temprano de esta vida. Esa pregunta siempre será una
interrogante. ¿Sería que ya querías estar junto a tus padres? ¿Sería que este
mundo te quedaba pequeño? Hay preguntas para las que jamás existirá una
respuesta sensata. Lo cierto es que han pasado dos meses y aún suelo despertar en
las madrugadas, siempre a las 3:00 y revisar mi teléfono con la esperanza de
verte en línea y enviarte una broma o recibir una tuya como las últimas acerca
de la quema de libros de texto. No ha pasado y no pasará.
Hace unos días hice limpieza de
mis contactos en el teléfono. Cuando llegué a tu nombre no me atreví a
eliminarte. ¡Qué raros somos los seres humanos que nos resistimos a soltar! Lo
lamento. Aquí sigues.
Han pasado dos meses y me haces
falta. Es por eso que te escribo esta carta, sabedor que alguien más la leerá y
se hermanará conmigo. Sabedor que hay muchas personas al igual que yo, te
extrañan.
¿Cómo estás?
Bien.
¿Tú cómo estás?
Cuautitlán Izcalli, México; a 29 de octubre de 2023
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