miércoles, 27 de marzo de 2013

Rock & poemario. Un soundtrack para leer*



Tú sabes de mí,
Estuve en Cananea y en Río Blanco,
Llevaba guante blanco en Tlatelolco
y armas de alto poder
en Acteal y Aguas Blancas
-Gerry Meneses-


Mi precaria biblioteca puede presumir de una extraña clasificación que en sí misma resulta peculiar: libros para leer, libros para ver, libros para oler, libros para leer con una sola mano y libros para  escuchar. Yo mismo no hago mucho caso del orden que suelo dar a mi librero pues si un texto tiene la cualidad de atraparme lo más probable es que me olvide de la forma en que está organizado y reclasifique los ejemplares basado en la última adquisición.

Mi biblioteca también puede presumir de algo más: no hay libros impuestos ni libros de moda, sólo textos con los que suelo relacionarme muy estrechamente, ya sea con los personajes o con los autores con quienes, en muchos casos, tengo la suerte de haber trabado una amistad. Cuando esto ocurre, me gusta hablar sobre esos libros, pensarlos, presumirlos, compartirlos y hasta reseñarlos. Este es un hábito que me ha dejado detractores pues no todos comparten la idea de hablar de un libro escrito por alguien cercano, pero me pregunto: ¿para qué voy a hablar de libros que no me gustan y que no gozan del prodigio de avivar mis sentidos?

Lo anterior me ocurre a menudo con los libros-musicales y como ejemplo puedo mencionar El monstruo de arriba de la cama, de Israel Miranda, el cual mantiene su lugar privilegiado en mi librero desde hace un par de años. También están ahí Provocaré un diluvio, de Arturo J. Flores; Una historia como cualquier otra, de Carlos Aviléz; El diario íntimo de un guacarróquer, de Armando Vega-Gil; La reina del sur, de Arturo Pérez Reverte; y Flor de capomo, de Paul Medrano, con estos dos ya podrán darse cuenta de mis otros gustos musicales, esos que no siempre me puedo dar el gusto de presumir.

Hace unos meses, mientras gozaba de la plenitud del anonimato feisbukero, supe del nacimiento de un libro-soundtrack escrito por alguien entrañable: Rock & poemario, de Gerry Meneses. Indagué con los cuates y supe que tenía que hacerme de un ejemplar, por lo que un buen día llegué hasta donde podía comprarlo y pagué uno a uno los pesos necesarios para tenerlo entre mis manos.

Fue como cargar a un chamaco que sabes te convertirá en compadre de su papá. Verlo con sus coloritos, entre roquerosos y punquetos, me hizo añorarlo de inmediato. Pensé en Mike Jagger y Sid Vicius, en Led Zeppelín y The who, y siguiendo el instinto salvaje fui directo al índice para descubrir un montón de rolas que era necesario tener en mi teléfono celular (lo siento pero ya no uso iPod). Llegué a casa y antes de quitarme los zapatos prendí la computadora, busqué las canciones y comencé a leer los poemas fondeando cada uno con la música que le daba color.

Las cosquillas haciéndome estragos en la barriga fueron buen indicio. Las evocaciones de las primeras ganas (me refiero a las ganas de roquear), de convertirse en una estrella de rock, “de meterse en los pantalones más ajustados del par que tenemos y acomodarse bien el paquete que ofreceremos a nuestras nenas”, como bien lo acota Israel Miranda, se apoderaron de mí. En cada página me topaba con Dylan, Jagger, Hendrix, Lennon, e incluso, Kurt Cobain. Pero también frente al público, micrófono en mano, estaba Meneses. Gerry para la banda. Gerry el educador en materias tan complejas como la vida.

¿Observas el choque de la marcha de los fantasmas?
¿El disco que repite su estupidez?
¿Los acordes necios de la palabrería?
¿La tesitura del ritmo apagado de abtería?
Todo es un carrusel
Como en una canción de Lennon
Metales redondos derrapan monotonía
Y está bien…
(Whatching the weels)

Gerry y sus evocaciones.

Bragas!
Murió la primera de mis novias sin que volviera a verle.
Ella cantaba Love me two times
Cuando besar era desvelar el mundo.
(I’m the walrus)

Adiós ventanas…
Tus ojos oscuros (mientras te vistes)
Contrastan con la tristeza del tren,
Su estación
Y este cuarto blanco
(White room)

Gerry, el Profesor Políticamente Rebelde

La televisión y sus merolicos son peores que antaño.
No tengo auto y escucho nubes de inutilidades
En el pulpo que finge ser transporte público.
(I can’t get no satisfaction)

El imperio picotea mis corneas
Los gusanos se lamen las botas entre si
Neblina morada estremece mi cerebro
De nubes azulosas,
Ya no necesitamos ser suicidas
Con nuestras tristezas alcanza
Para morir en la rapsodia bohemia.
(Yer blues)

Gerry el Doctor del Rock.

Del minuto uno con veinticuatro segundos,
Al tres cero dos
(como si de versículos bíblicos
Del ritmo se tratara),
Atrapas mi ontología.
(Whole lotta love)

Orgasmo, coito,
Aprendiendo a tocar guitarra.
Ray y su piano ciego
¿Qué dirías? ¿Qué fue lo que dije?
(What i’d say)


Pero Rock & poemario como buen libro long play trae un track oculto, el plus que míticamente le ponían los grupos noventeros a su música en la década del compac disc: Bullying y otras canciones del hartazgo. Un disco que se lee como encore. Lados B de aquellos ensayos que se han ido rezagando en materia de la escuela y cuya preocupación hace de Gerry un  gran crítico del entorno escolar y las nuevas dinámicas trabadas por la violencia.

¿Vale la pena recomendar el Rock & poemario? ¡Claro! Es un libro de larga duración que seguro tiene el prodigio de mover a la gente a ritmo de poesía, violencia y rock.

EXPERIMIENTO, rock chido "acá" para la banda.

El entrañable Gerry Meneses y las fans.
*Texto no leído el sábado 9 de marzo de 2013, en la FES Aragón. Esa gran manía que tengo de apuñalar mis propios textos para dedicarme sólo a hablar.

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