domingo, 29 de marzo de 2020

Diario de cuarentena. Home classroom

Sony espera a alguien en la puerta de su casa. Sonriente como es habitual, me saluda. "De lejitos, por la sana distancia", me advierte cuando nota que mis pasos toman dirección hacia ella. "Estoy esperando al hijo de Mariela. Es que le estoy dando clases particulares", me dice mientras se acomoda la ropa en un instinto habitual en ella. Le gusta estar presentable para el trabajo. "Como ahorita no hay clases, la escuela donde trabajo ya no nos pagó esta semana según porque no hay dinero. Según. Pero a los alumnos les cobraron la colegiatura de todo el mes. Le platiqué a Mariela y ella me ofreció $30 pesos diarios por ayudarle a su hijo a hacer las tareas que le encargaron en la escuela. Es un montón de trabajo. Al tercer día me trajo a otros dos chamaquitos, hijos de sus amigas. Para que te salga, me dijo. Ya tengo cinco. No es mucho dinero y sí es mucho trabajo pero ya es una ayudita". Sony es psicóloga y desde hace dos años trabaja en una preparatoria abierta. Su sueldo en esa escuela le permite costear sus gastos mientras termina la maestría, después ya tratará de encontrar un trabajo con mayor estabilidad y que le generé un mejor ingreso. "El problema es que yo también tengo que cubrir la colegiatura de mi escuela a mas tardar el día 5 y este trabajito a lo mucho será hasta el viernes porque luego empiezan las vacaciones de semana santa. Si bien me va luego serán otras dos semanas." Sony no pierde la sonrisa. Su optimismo contrasta con la quietud de la calle. "Espero que la cuarentena no se prolongue en mayo porque ahí sí, no sé qué voy a hacer". La puerta de Mariela se abre intempestivamente. Mario sale corriendo a toda velocidad con la mochila en la espalda, atraviesa la calle y se enfila hacia donde se encuentra Sony que lo recibe con un buenos días y un beso volado como saludo. Mientras Mariela le dice lo que trae de comida y el trabajo que tiene que entregar, llegan otros dos niños con sus madres. Ambas saludan. Los niños hacen una fila dejando un pasito de distancia entre uno y otro. Mi presencia sobra. Me alejo despidiéndome de ellas y deseándoles un buen día.

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