sábado, 30 de diciembre de 2017

Bitácora de vacaciones. Día 10.

El último obsequio que recibí por parte de los Reyes Magos fue la Fortaleza secreta de Mask. Cursaba el sexto grado y meses atrás había escuchado los primeros rumores acerca de la identidad de esos fantásticos y generosos seres. Por mi propio bien me resistí a creer en esa patraña y llevé la ilusión al límite.

Mask, por cierto, fue una caricatura que le hizo competencia a G.I. Joe y que generó cierto arraigo entre varios ñoños como yo. Cuando salieron las figuras de acción muchos nos volcamos a pedirle a nuestros padres que nos compraran algunas pero ellos prefirieron dejarle esa encomienda a los reyes de oriente. El año siguiente me convertí en un precursor de los males actuales pidiendo a mi madre que de día de reyes me obsequiara un Atary 2600. Tuve el regalo semanas atrás aunque pude utilizarlo hasta el 6 de enero.

Después de eso me alejé de las jugueterías por muchos años y únicamente me vi obligado a regresar a ellas cuando mis hijos comenzaron a ser bombardeados por los comerciales de la televisión y los comentarios de sus compañeros. Así, la labor de buscar muñecos cachetones de la marca Cabagge Patch, hornitos mágicos, princesas, Bratz, maquinas de trenzas, todos los personajes de Toy Story, pistas de Hot Weels (que por cierto siempre resultaron un fiasco), Max Steel en quince versiones diferentes y una interminable cantidad de juegos de mesa, se volvió un calvario que concluyó cuando mis hijos, aún siendo niños de primaria, me hicieron saber que una fuente fidedigna les había develado el misterios de los reyes. De esa manera el siguiente regalo que les hice fue un Xbox Kinect con lo que desde entonces los obsequios se comprar con mucha antelación y sin la emoción de elaborar las cartas y bolear los zapatos.

Por una razón denominada sobrina, desde hace tres años volví a retomar la andanza por las jugueterías en estas fechas. Invierto bastante tiempo en esta labor pues me encuentro desconectado de las novedades.

Hoy invertí parte de la tarde en recorrer los pasillos y entre los básicos Nenucos, las princesas de Disney, las pistas de Hot Weels, los personajes de Toy Story, las seiscientas versiones del señor cara de papa, los juegos de mesa y los súper héroes de la liga de la justicias, cinco juguetes llamaron mi atención:

1) Los juguetes de Playmobil. Un clásico de clásicos. Siguen siendo baratos, hermosos y lo mejor de todo: existen muchas presentaciones de estos singulares amiguitos cuya finalidad de divertimento promete muchas horas de imaginación. A mi sobrina tal vez no le llamen la atención pero a mí sí. El set de Los Cazafantasmas puede ser un gran obsequio bajo mi árbol.

2) El juego de química Mi Alegría. Me impactó ver que sigue tan vigente como hace treinta años. La misma caja, los mismos elementos, el manual de experimentos. Mi primo tuvo uno y jamás pudimos concretar algo. Ni una chispa. Tal vez sea hora de volver a tenerlo y reiniciar nuestro interés por la ciencia.

3) Un set de tatuajes. En mi infancia para colocarnos un tatuaje temporal bastaba con comprar un Gansito o unos Pingüinos Marinela. Recortábamos el personaje, empapábamos la piel con alcohol y colocábamos el muñequito presionándolo por varios minutos. A los padres no les gustaba eso. En la actualidad la cultura del tatuaje ha mutado y por eso entre los juguetes que llamaron mi atención fue una caja que contiene elementos para hacerse tatuajes: calcas, pintura, plantillas, diamantinas, etc. Conozco personas que seguramente lo van a comprar para ellos.

4) Un aerógrafo. La idea de crear me parece hermosa. Conozco muchos niños y jóvenes que dibujan bastatnte bien pero se encuentran detenidos en los lápices de colores o las crayolas. Este aerógrafo trabaja básicamente con pinturas que puedes usar sobre cualquier superficie. Será un hermoso regalo que muchos aspirantes a diseñador gráfico pueden pedirle a sus papás.
 
5) Bop it versión minions. Conocí el Bop it en su primera versión porque mi hija me lo pidió. Al año siguiente salió una versión nueva y también lo compré. Hace dos años compré la versión Androide A2R2, de la Guerra de las galaxias. Muchos dicen que no le hallan chiste al jueguito pero se vuelve adicción. esta vez hay una nueva versión Minion que es lo mismo que las anteriores pero ¡en forma de Minion! Si mi hija no lo pide, tendré que comprarlo por voluntad propia.

Y ustedes, ¿qué le van a pedir a los reyes?

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