sábado, 23 de diciembre de 2017

Bitácora de vacaciones. Días 3.

Me gustan las pastorelas pero desde hace años no ha habido una que logre cautivarme. En el último año pisé la iglesia de mi comunidad en más ocasiones que en los últimos diez años eso sí, siempre en situaciones debidamente justificadas: el 6 de enero cuando partieron una rosca monumental, en abril cuando tocaron Los Terricolas y tuve que llevar a mi madre, en julio cuando acudí a comprar pan hecho por las madres y anoche para presenciar la pastorela. Debí imaginar que esa pastorela estaría apegada a la tradición eclesiástica y llevaría un mensaje basado en los pecados capitales donde al final triunfara el bien. Y así ocurrió. También consideré que como buena pastorela no faltarían las picardías. Desafortunadamente me equivoqué. Ante semenajte insipidez, me aburrí mucho porque los actos estuvieron plagados de solemnidad. El escritor o el director decidieron sospechosamente omitir las gracejadas de los demonios que intentan desviar a los pastores del camino y no hubo siquiera la posibilidad de forzar una risita. Noté el desencanto de la gente, principalmente de los padres de familia que emocionados, esperaban que sus hijos salvaran la función. Salvo la sorpresa de quienes se extrañaron al verme en territorio cristiano, lo demás puede prescindirse en este relato.

Regresé a casa buscando algo qué hacer, algo que me entretuviera. La verdad no tenía ganas de leer por lo que busqué otra actividad. Opté por ver algunos capítulos de Dr. House. Pocas personas saben que en su momento no pude ver la serie debido a que el horario de transmisión resultaba infame para mis responsabilidades laborales, sin contar que el doctor de marras me caía bastante mal y que en más de una ocasión su egolatría provocó que apagara el televisor. Hubo un capítulo donde esas diferencias no sólo se solucionaron sino que me convirtieron en uno de sus más fieles seguidores pero como lo mencioné líneas arriba, el horario de transmisión en televisión abierta siempre fue un impedimento para darle secuencia a cada temporada.

Afortunadamente, gracias a los servicios de streaming comencé a ver la serie nuevamente, desde el capítulo uno, a mi ritmo, regresándole a los capítulos que me gustan, aburriéndome con los que no me agradan, enamorándome de la doctora Lisa Cuddy, embelesándome con las prostitutas contratadas por House y aprendiendo de enfermedades que no sé si un día me alcanzarán.


Pienso en la cantidad de enfermedades que atacan a quienes me rodean. Pienso en los que estamos enfermos y tal vez no lo sabemos. Pienso en las enfermedades que nos negamos a aceptar que tenemos y omitimos tratar. Pienso en los que estaban enfermos y terminaron muriendo a pesar de que se atendieron. Pienso en que hace un año murió una de mis compañeras de trabajo: Sor Barby Girl, como solía llamarle en la intimidad de nuestras charlas. Ella era una mujer peculiar. Una profesora con historia. Por azares de la vida ésta la llevó de las canchas de basquetbol al coro de la iglesia y de ahí, al convento. Ahí otra broma del destino hizo que su camino bifurcara hacia las aulas para impartirle clases a quienes por ser desprotegidos no tuvieron la posibilidad de acudir a una escuela cuando tuvieron que hacerlo. Un día decidió entre el convento y la escuela y optó por convertirse en docente.


Bondadosa pero con carácter de justicia social, Sor Barby Girl siempre mostró esa capacidad para realizar su trabajo levantando la voz ante las injusticias. Nuestra relación no fue muy buena al principio pero los años nos situaron en un posición de amistad. Me gustaba escuchar como trazaba sus planes hacia el futuro cuando se retirara de las aulas y reíamos al pensarla disfrutando de la vida mundana. Yo solía incitarla al pecado y eso le generaba mucha curiosidad. Un día prometí escribir un texto narrando su historia. Y lo hice. Desafortunadamente no pude mostrárselo pues su vida se extinguió el pasado 24 de diciembre de 2016.

Mientras hago un repaso mental de las anécdotas que me narró una tarde mientras comíamos pollo hormonado, regreso al capítulo de Dr. House y hago un recuento de las ocasiones en que desafió a Dios al igual que la fe de sus pacientes. Decido apagar el televisor mientras pienso en el capítulo 15 de la temporada 5. Sin titubear mucho me levanto para buscar entre mis apuntes el texto que dediqué a Sor Barby Girl. Creo que es buen momento para releerlo y hacerle una correción. Creo que es buenoadesempolvarlo y hacer de su lectura el mejor recuerdo de los amigos que se nos fueron sin despedirse.

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