domingo, 24 de diciembre de 2017

Bitacora de vacaciones. Día 4

La gente anda como loca. El tianguis que desde tiempos inmemoriales se coloca cada domingo en mi comunidad, se encuentra a reventar. Pienso en la crisis, en la inflación, en el gasolinazo. Los mexicanos tenemos dinero para costearnos una cena de navidad tal y como el capitalismo manda y aún más. Trump lo sabe y por eso quiere que financiemos su muro. "Lo pago", diría el borracho golpeándose el bolsillo para que resuene la morralla. Una señora me saca de mis cavilaciones al grito de "señor, si no va a comprar, mejor muévase". ¡Peladita, hija de su repipín...chamaca!, pienso mientras doy tres pasitos al frente y arranco las bolsas para mis víveres. Mientras espero mi turno dos señoras comienzan a pelear por culpa de unos jitomates. Imagino que los jitomates las observan resignados a su destino, deseándo que se rompan la crisma como es debido, eso sí, lo antes posible. Muchos insultos, muchas mentadas de madre, muchas maldiciones pero ninguna de las dos se anima a asestarse el primer madrazo. Los que presenciamos el show sólo queremos que se muevan para poder comprar y escapar de este infierno que Dante nunca imaginó: el del mercado rodante.

Dos horas después regreso a casa y comienzo con el ritual de cada año: destapo una cervecita y me siento en un banquito que está en el patio para contemplar a los vecinos que pasan. La mayoría me saluda, algunos me dicen salud levantando la mano y otros me dicen felicidades. A mi edad no he logrado entender por qué las personas felicitan en la víspera de la noche buena. ¿Será porque no te ves tan jodido? ¿Será porque te ganaste la lotería y no lo sabes? ¿Será porque eres la viva imagen del niño Jesús? ¿O será, simplemente porque no te moriste? Éstas preguntas se reflejan junto con mi rostro barbado en la botella de cristal oscuro que apresuro a vaciar. La siguiente cerveza la bebo de pie y ya con medio cuerpo en la banqueta, no quiero darle pretexto a la policía de venir a joder a domicilio. Mi vecino Carlitos, el que es desmadrosito y chispa al platicar, corre con un montón de refrescos entre los brazos; la vecina buenona camina apresurada sosteniendo bolsas para obsequio; el muchachito repartidor de la carnicería baja a toda velocidad eficientando su labor; el señor de las nieves me dice salud y yo aprovecho para ofrecerle una cerveza. La rechaza y eso es suficiente para que yo decida regresar al ritual navideño de cada año.

Ya en la cocina, acomodo los ingredientes:

- 1 pavo ahumado de buen tamaño
- 1/2 kg de carne molida de res
- 1/2 kg de carne molida de cerdo
- 200 g de tocino
- Chiles, especias, pasas, nueces, almendras, ciruelas pasas (las suficientes para el pavo y para el que lo está preparando)
- 1 cebolla y dos dientes de ajo
- Una piña de buen tamaño, pelada y cortada en trozos medianos
- Jugo de cerezas
- 1 botella de vino blanco
- 1 barra de mantequilla
- 6 cervezas
- Una bolsa de papitas
- Una bolsa de cacahuates japoneses, saldos o enchilados
- 200 g de jamón en trozos
- 50 g de chiles en vinagre
- 50 g de verduras en escabeche

Mientras preparo el relleno cuya simpleza en la preparación no tiene cabida en este texto, me bebo un par de cervezas. Al relleno se le echan las nueces, almendras, ciruelas pasas y pasitas sin chocolate. No sé en qué momento se pelaron y trozaron las nueces y las alendras pero me congratulo de que no haber echo esa labor. Posteriormente, me dedico a engrasar la charola y el pavo y vuelco la cazuelas de relleno dentro y alrededor del animal. Hago una pausa para beberme otra cervecita y comer un poco de cacahuates enchilados mientras enciendo el televisor y veo como los 49'ers de San Francisco evidencian a la mejor defensiva de la liga: los Jaguares de Jacksonville.

Al medio tiempo adquiero fuerza para levantarme del sillón y con cierto mareo a cuestas me dirijo a la cocina para preparar una charolita con jamón, verduras y chiles en vinagre. De paso aprovecho para ensalsar el pavo con el menjurje que molí con el pensamiento y comienzo a precalentar el horno a 190°. Cuando los 49'ers se van nuevamente al frente en el marcador pienso que es hora de poner a hornear el pavo. Lo merece. Lo merecemos quienes vamos a cenar en noche buena. Lo merce el niño Jesús y lo merece la paz mundial.

Media hora después, se saca el pavo del horno y con una brocha se vuelve a ensalsar de manera uniforme. Antes de regresarlo al calor se vierte un vaso de vino blanco dentro de la charola y otro vaso para el que está haciendo las labores de chef. Los 49'ers ganan y ya no hay cervezas en el refrigerador. Por la estabilidad de la paz mundial y para que la noche sea realmente buena, decido salir a buscar un cartoncito.

*   *   *

- ¿Compaste las baguettes? -escucho en la lejania tratando de distinguir si es un ángel quien me habla.

¡Las baguettes! Sin pan no hay cena. Me desmodorro magicamente. Son las 8:45 de la noche y a esta hora apenas estoy a tiempo de alcanzar un par de barras. las suficientes para no morir en la horca. El recorrido por las panificadoras de la colonia se prolonga por otras cuatro colonias, tres centros comerciales y una rosticería. Somos cientos, tal vez miles, de peregrinos que mendigamos de un sitio a otro buscando una simple baguette. Todos venimos de los mismos sitios que ya han pisado los otros y nadie puede conseguir algo. Mi último recurso es visitar la casa del señor que vende pan en una canasta y que todas las noches se para a gritar frente a mi casa. Toco, le expongo mi situación y mendigo. ¡No hay pan!

No sé en qué parte de la Biblia dice: ¡acapararán los panes!

Parece que esta no será una noche de paz.

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