sábado, 18 de abril de 2020

Cordero de Dios

No hay virus que pueda con los puestos de barbacoa. Es un hecho.

A estas alturas las medidas por la cuarentena se han endurecido. La mayoría de los negocios están cerrados más por necesidad que por obedecer a las restricciones que han comenzado a imponer las autoridades municipales. Muchos abren sólo unas horas y otros tienen un horario menor al habitual cerrando antes de las cinco de la tarde. Sólo la tortillería, una carnicería y dos tiendas de abarrotes se mantienen estoicas en sus horarios habituales. En días pasados un rumor nos hizo saber que los pequeños negocios de comida, muchos de ellos milenarios, dejarían de instalarse en sus esquinas habituales por decreto gubernamental. Y sí, esta mañana, varios puestos de tamales, de quesadillas, de gorditas, de pambazos no fueron instalados, pero los barbacoyeros están en su lugar.

Nomás por curiosidad recorro cinco colonias en el carro. Faltan puestos de papitas, de churros, de tamales. Faltan, incluso, puestos de pan. No se pusieron dos o tres puestos de carnitas. Pero no falta ninguno de barbacoa. Ellos se mantienen al pie del cañón, haciendo gala de estoicismo y rebeldía a cualquier decreto. Y la mayoría están llenos. ¿Cuál sana distancia?, me pregunto mientras veo a familias completas compartir la carne, el consomé y las tortillas hechas a mano.

Mis respetos para los barbacoyeros pues ya lo dice el padrecito en cada misa: cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Ten piedad y misericordia de nosotros.

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