jueves, 9 de abril de 2020

Diario de cuarentena. Seguimos trabajando

"Venimos desde Toluca. Nos traen por parte del gobernador para entregar despensas", me dice la mujer mientras se acomoda el cubre bocas el cuello. Me ofrece un sandwich pero lo rechazo con un agradecimiento. Son las nueve de la mañana y en la fila hay alrededor de cien mujeres que esperan ansiosas su turno para recoger la ayuda que envían desde el gobierno del Estado de México. "No es gran cosa pero es una ayudita ahorita que todo está muy caro", dice una ancianita a la que he visto toser por varios minutos. Las mujeres más jóvenes bromean: "señora, váyase a su casa, nos está llenando de coronavirus a todas". La mujer se sonroja y se excusa diciendo que siente el polvo en la garganta. Lo cierto es que nadie tendría que estar en este sitio, ni la anciana, ni las jóvenes, ni las mujeres que vienen por parte del gobernador. Se supone que estamos en cuarentena pero es obvio que eso a los políticos no les importa. En estos momentos de crisis es donde hay que hacerse notar, auto promover la imagen en actos discrecionales de campaña. Si el gobernador leyera esto negaría mi dicho. No son tiempos, acotaría tajantemente. Pero ellos mejor que nadie, saben que éstos son los mejores tiempos de campaña sobre todo cuando durante más de un año no había dado señales en su trabajo, salvo a principios de este 2020 cuando autorizó el alza de la tarifa al transporte público, golpeándo con ello la economía de los mexiquenses.

- ¿Tienen algún protocolo para cuidarse mientras hacen su trabajo? -pregunto-.
- Pues la sana distancia. Esa es la única recomendación que nos hicieron. Que las señoras mantengan metro y medio de distancia entre ellas mientras estén en la fila. Pero nosotras forsozamente tenemos que tener contacto cercano con ellas.
- ¿Y les dieron algo para protegerse?
- Sólo los cubrebocas y gel antibacterial.
La mujer me muestra el cubre bocas y el frasquito de gel. Aunque las recomendación de la sana distancia es periódica, las mujeres a veces la olvidan. No es fácil estar en una fila en silencio y para que la charla sepa, hay que acercarse. "Ni modo que nos estemos gritando", dice una mujer que no ha dejado de hablar desde que me percaté de la entrega de ayudas. Ella es jocosa, risueña. La clásica señora que lleva el argüende por dentro.
- ¿La ayuda es para toda la población?
- No, únicamente para las mujeres que están en las listas. Ya sabe, las que están registradas en los programas que impulsa el gobernador.

La mujer me confieza que eso también fue un relajo pues durante varios días estuvieron trabajando en la documentación de las personas. "Comenzó la cuarentena y ya no pudimos terminar el trabajo en campo así que nos pidieron que nosotros llenaramos los documentos, ¿me entiende? Estuvimos así varios días, trabajando a marchas forzadas porque el gobernador estaba interesado en que se entregara la ayuda lo más pronto posible. Muchas ya estamos cansadas pero es el trabajo. Se cumplió con esa parte de la chamba pero ahora tenemos que entregar los apoyos directamente. Hoy estamos aquí. Ayer a mí me tocó ir a Coacalco, mañana voy a San Pedro. Pero así estamos, es nuestro trabajo."

El trámite no es engorroso pero el tiempo en la fila sí es suficiente para fastidiarse. "Hacemos el trabajo lo más rápido posible. No crea, lo hacemos también por nosotras, queremos terminar rápido. El gobernador como quiera está en su oficina y no se expone pero nosotras somos las que estamos aquí al pie del cañón, lidiando con las personas. Hemos tenido contacto con señoras enfermas que no respetan las recomendaciones que se les hacen. Vienen enfermas, unas con fiebre, con tos. Nos tosen o nos estornudan en la cara. Eso obviamente no lo padece el gobernador. Si nos da coronavirus no sabemos que vamos a hacer. Eso es lo único malo de trabajar para el gobierno: los politicos no se exponen, ellos se cuidan pero exponen a sus trabajadores."

La mujer termina de desayunar. Le da un trago largo a su jugo y apura el resto de la botella y así, sin ella misma seguir las recomendaciones más básicas de higiéne, toma el cubre bocas con los dedos y se lo acomoda de tal forma que se vea bien. Saca el teléfono y con el aparato como espejito, se observa varias veces hasta quedar conforme. "Mucho gusto, eh. Vamos a seguir trabajando", me dice con aire bonachón antes de regresar a donde sus compañeras tratan de hacer la entrega de despensas con eficacia.

La mujer parlanchina de la fila sigue con los comentarios jocosos. La ancinita enferma de tos camina apoyándose del brazo de su hija y lleva de la mano a su nieta. El sol comienza a quemar. La fila parece interminable. Yo prefiero seguir mi camino rumbo a la panadería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.