miércoles, 8 de abril de 2020

Diario de cuarentena. Nota de diario.

La carnicería cerró desde hace dos días. El tradicional tianguis de los miércoles no se instaló completo. Apenas vinieron algunos marchantes que no se dieron abasto en atender las necesidades de la gente. La señora de los tlacoyos decidió no abrir su local hasta el 13 de abril. La señora de la papelería verde abrirá normal aun en días santos pero sabe que no habrá venta. Las dos tiendas de abarrotes se disputan a los pocos clientes que se ven obligados a salir a comprar lo más básico. Es a los que mejor les va.

Esta vez no vi niños en la calle. Ni Yovas está en el parque. Ya lo encerró su abuela. Tampoco están los patinetos que por las tardes se mostraban renuentes a quedarse en casa. Los grafiteros que están llenando de murales el parque sí llegaron pero mantienen la sana distancia.

Tuve que ir al centro comercial. Por vez primera en toda mi vida tuve que hacer fila para entrar. Quienes iban acompañados tuvieron que elegir a una persona para entrar, obviamente, todos los que van en pareja o grupo se dan sus mañas. El guardia de la entrada tomaba la temperatura con un aparato. Cinco personas adelante de mi detuvieron a una mujer. Ella reclamó pero no hubo vuelta de hoja: "por su seguridad y la de todas las personas, váyase a casa." No hubo oídos a los reclamos. Sencillamente no se le permitió la entrada. Discretamente las personas que estaban cerca de ella se replegaron. Al entrar me echaron gel antibacterial en las manos. "Vamos a esperar que salgan unas cuantas personas antes de permitir el ingreso de más". Hubo reclamos. Dentro los pasillos estaban casi vacíos y en el área de cajas se obligó a todos a respetar las marcas de sana distancia. La cajera usaba guantes, sucios, por cierto. Más gel después de recibir el cambio. Tuve que empacar mis cosas porque no hay personas mayores laborando. Al salir, el estacionamiento estaba lleno como en cualquier día.

El regreso a casa me pareció normal. México, uno de los países que no respeta el "quédate en casa". Pero entrando a la colonia la cosa parece contradecir el encabezado que leí por la mañana. Las calles están prácticamente vacías ¿Será realmente precaución, consciencia o temor?

Recorro el tianguis en menos de cinco minutos. No hay mucho qué ver, nada que escuchar. Decido detenerme en uno de los puestos a comprar fruta. "¿Nada más, jefe?" Sonrío afirmativamente. "No habrá tianguis el domingo. Le estamos avisando a todos nuestros clientes para que se prevengan."

Eso no lo había vivido en tantos años. Ni siquiera cuando el año nuevo cae en domingo. Hay quien se aferra a sus cábalas y comienza los ciclos trabajando. Esta vez, me convenzo que la gente tiene miedo. Creo que también me contagié.

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