lunes, 13 de abril de 2020

Diario de cuarentena. Vacaciones del terror.

"Normalmente nos hospedamos en un hotelito cerca de la Costera. Cuando llegamos ni siquiera estaba abierto. Lo bueno es que hay variedad y nunca falta quien tire paro." El gordo es camarada. En su época desmadrosa fue secre de varias bandas de rock. Luego conoció a su chava, se hicieron novios y tuvieron una hija. Ahora tiene un pequeño negocio que atiende sin descanso los siete días de la semana.

"Por mi chamba mis únicas vacaciones son en semana santa. Es tradición y no las perdonamos. Nos gusta Acapulco y siempre le caemos allá, nos vamos puebleando y deteniendo en los lugares que nos gustan. Esta vez nos fuimos tendidos hasta Acapulco porque casi todo está cerrado. Total, nuestro hotel de siempre estaba cerrado. No le padecimos mucho pero encontramos uno pero nos advirtieron que no ibamos a encontrar nada. El jueves en la tarde nos tiramos a descansar y a ver televisión hasta pasada la media noche. El viernes decidimos salir a ver qué encontrabamos. De la playa de plano nos retacharon. Fuimos a un mercadito a comer y sólo encontramos quecas. Ve lo curioso, mai: ir de por acá a comer lo que comes diario."

El gordo atiende a sus primeros clientes del día. Es hábil en lo que hace y suele ser gentil con las personas, por eso se ha hecho de clientes que le han ayudado a mantener el negocio durante tres años. Una clienta le pregunta cómo le fue en sus vacaciones. Le comienza a contar la misma historia que a mí y cuando llega a la parte del mercado busca llamar nuevamente mi atención:

"Es lo que te estaba contando, carnal. Llegamos a comer gorditas y pambazos. Pinche comida que me jambo aquí diario. Pero neta, no fue fácil encontrar donde comer. Total que íbamos de regreso al hotel y una calle antes de llegar que nos intercepta el ejército. Regresense a su casa, que en hacen en la calle. Y que se van dando cuenta que las placas del carro son de acá y que se baja un cabrón bien mamón. A ver qué chingados andan haciendo acá. ¿A dónde van? Se pusieron bien mamones y para no hacerte el cuento largo que nos escoltan hasta el hotel, nos acompañaron a empacar y a pagar la cuenta y nos escoltaron de regreso. Llegamos a un retén y ahi había más turistas, chilangos casi todos, que le quisieron jugar al vivo. Pues nos escoltaron hasta pasar la caseta."

El Gordo se carcajea de su aventura. "Neta que creímos que nos iban a exterminar. Ya ves que por allá no quieren a los chilangos. Quieren nuestro dinero pero a nosotos no. Pero la neta sí sentimos terror."

La clienta se asombra con la historia. Desea conocer más detalles pero la fila se hizo larga. Me despido del Gordo sabiendo que en la medida en que trancurra el día, le sumará elementos fantásticos a su historia. Lo único cierto es que esta vez Acapulco no lo recibió con los brazos abiertos.

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