viernes, 17 de abril de 2020

Pan de chinos

El pan de los chinos ya no es de chinos. Nunca entendí la diferencia entre el pan oriental de origen mexicano y el pan normal que se vende en la panadería, en la canasta de mimbre o la camioneta con el altavoz tocando una canción interpretada por Tin Tán. Sé que un tiempo gozó de mi predilección y me gustaba comerlo caliente, recién salido del horno, a veces acompañado de una taza de chocolate caliente, otras con una malteada helada, pocas veces con café.

Doña Rita tiene una panadería. La gente la conoce como "el pan chino" aunque la dueña, desde hace varios años, borró de la fachada cualquier rastro oriental. Lo único cierto es que su pan es el más caro de la colonia. Un día pagué casi cien pesos por siete piezas. Tres veces pregunté la cuenta tratando de corroborar que no se hubiera equivocado, pero doña Rita desglosó el costo de cada pieza y resultó que incluso me estaba cobrando un peso menos. Desde entonces decidí no comprar pan ahí salvo el panqué de nuez. La rebanada cuesta veinte pesos pero el panqué completo cuesta ciento cincuenta y salen diez rebanadas.

Hoy decidí comprar una pieza completa. No me dolió el codo. Lo vale. Doña Rita no se tienta el corazón para echarle nuez por dentro y por fuera. Pago. "Faltan cincuenta pesos", dice la chica que le ayuda. ¿Ya cuesta dos cientos?, pregunto incrédulo. La mujer asiente y extiende la mano esperando el resto del dinero.

Me está perdiendo, doña Rita. Me está perdiendo. Por vez primera extraño el pan de chinos que había antes en ese lugar. Y si, al final sí me dolió el codo.

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