martes, 7 de abril de 2020

Diario de cuarentena. El camión escolar

Carlitos conduce el camión escolar. Su trabajo dura lo mismo que el ciclo escolar y al hacer un servicio particular, únicamente puede cobrar las semanas que los alumnos asisten  a clases. "A mí me dan en la torre cuando se suspenden las clases de esta forma", me dice con un rictus lastimero que dura unos instantes y de inmediato muta a su característica sonrisa. "¿Se acuerda cuando fue el temblor? También me aventé más de un mes sin trabajar. Cualquiera podría decir que está padre porque tengo mis buenos días de descanso. Pero la gente no sabe que en esos días no cobro y también como. Y la gente no sabe que tengo una esposa y un hijo; que pago renta, luz, agua, teléfono y gas. Yo tengo programados mis gastos y voy haciendo un guardadito para las épocas de vacaciones pero cuando son emergencias como ésta, la verdad si me dan en la torre porque estas dos semanas de abril, la primera y la última, definitivamente ya no las podré cobrar."

Tras el temblor del 2017, cuando tuvo que dejar de trabajar seis semanas, Carlitos decidió vender papas fritas en el patio de su casa. Fue un negocio emergente donde la mayoría de los vecinos lo apoyaron sabiendo su situación. Un buen día decidió que ya estaba recuperado y vendió el cazito de cobre, el tanque de gas y el resto de los instrumentos con los que se apoyaba. "No aprendí la lección. Me confié. Ni pa' cuándo uno se iba a imaginar que venía esto. Yo cuando menos no me la esperaba. Más bien todos los días le pedía a diosito que no temblara. Esto está peor porque dicen que se va alargar todavía el mes de mayo y mi familia depende mucho de la actividad de una escuela. Si la escuela no tiene alumnos simplemente nosotros no comemos."
¿Y ahorita qué estás haciendo para ayudarte? "Pues ya ve que le sé a la chaineada de carros. Ahorita le ofrezco a los vecinos limpiarles sus carros, darles una pulidita sencilla, ponerles teflón y su embellecida por dentro. Estoy cobrando ciento cincuenta pesos por carro y ya si quieren la pulida más a fondo les cobro trescientos. Me quedan bien bonitos. Mire."

Carlitos me hace una demostración del trabajo que está realizando. Sin embargo me cuenta que la mayoría de los vecinos le han dicho que están ahorrando para lo que viene y la todos evitan hacer gastos innecesarios, cosa que a él le preocupa porque de lo contrario tendrá que buscar otra cosa y ahorita la cabeza ya no le da para idear.

Carlitos es de charla prolongada. Es complicado cortarlo pues tiene la facilidad de ir de un tema a otro y envolverte con sapiencia. En algún momento recibe una llamada telefónica y eso me rescata. Me despido de él deciéndole adiós con la mano. Mientras voy camino a casa veo su camión estacionado en la avenida. Entonces deseo ferviertemente regresar lo más pronto posible a mi trabajo. Si yo lo hago, él también lo hará.

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